Cuales Son las Realidades Sociales de Ser Una Trabajadora del Sexo

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Cuales Son las Realidades Sociales de Ser Una Trabajadora del Sexo

Ser trabajador del sexo significa tener que vivir con todos los estigmas y prejuicios sociales impuestos. Se supone que las trabajadoras del sexo tienen una vida retorcida y sin sentido, y está desacreditado su derecho a percibir la misma dignidad que el resto de las personas. La mayoría de la gente dice que es algo de lo que avergonzarse y tienen la idea equivocada de que su trabajo es deshonrado. Esta realidad social de ser una trabajadora del sexo es cruel porque es un trabajo que muchas mujeres y hombres realizan desinteresadamente, solo para obtener algo de dinero para sobrevivir.

En su mayoría, estas trabajadoras del sexo son discriminadas y blanco de insultos porque se les excluye de su total derecho a participar en la vida social y civil. Los prejuicios de la sociedad pesan mucho en estas personas. Esto, a menudo, las lleva a una situación de rechazo y autorrechazo. Además, muchas de estas personas se ven obligadas a trabajar en el anonimato, pues están rodeadas de ignorantes que las critican sin miramientos ni compasión.

Muchas de estas trabajadoras del sexo viven con el temor de ser reconocidas por alguien, lo que puede resultar en una situación incómoda. Esto es aún más difícil para aquellas que viven en un ambiente rural en el que no están acostumbradas a tener contacto con extraños. Esto les impide tener una vida social normal como cada persona común. Pueden llegar a sentirse aisladas de la sociedad y a no tener una identidad posible.

Estas trabajadoras del sexo también son más vulnerables a la violencia y la explotación. A menudo son blanco de los manipuladores y de los transgresores de la ley. Muchas de ellas son víctimas de violencia sexual, amenazas, engaños y engaños.  anuncios eróticos  también suele abusar de ellas porque muchas veces les niegan la igualdad ante la ley. Sus derechos como empleadas a nivel legal se ven limitados y se les hace más difícil trabajar de forma segura.

Por último, las trabajadoras del sexo tienen que enfrentarse a la profundización sexista de la sociedad. Esto se refleja en la cantidad de trabajos de menor calidad o muy mal pagados para las mujeres y en el doble estándar aplicado a ellas en comparación con los hombres. Desafortunadamente, el trabajo del sexo se ve aún más afectado por estas desigualdades y discriminación, y las mujeres son las más afectadas. Tienden a encontrar dificultades para acceder al empleo, reciben salarios más bajos que los hombres, tienen menos oportunidades de ser contratadas y se encuentran en una situación vulnerable.

Esas son algunas de las realidades sociales de ser una trabajadora del sexo. Las trabajadoras del sexo sufren terribles prejuicios sociales que les impiden disfrutar de una vida normal. Son objeto de discriminación, violencia e injusticia. Esta discriminación a la que son sometidas debe frenarse, para que las trabajadoras del sexo puedan vivir de manera segura y sin temores. Hay que exigir sus derechos y aceptar el trabajo del sexo como un empleo legítimo, honesto y respetable.